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Niño habitación oscura
CASO CLINICO II
Reticente a abrirse a la sesión de psicoanálisis se mostraba desde el principio la paciente.
Se empeñaba en narrar sus emociones encontradas con respecto a su psicoanalista, con clara desconfianza hacia este.
Empeño más debido a su obsesión por «analizar el análisis», por «fiscalizar el método» del que se sentía totalmente desorientada por lo que hasta el momento le decía sus anteriores experiencias terapéuticas, que por su evolución real hacia la búsqueda de si misma. Un vano intento desesperado por huir de su realidad.
Sentía miedo, miedo a no poder seguir avanzando en la terapia, en su transformación; sentía ira, ira hacía su psicoanalista por haberle enseñado en el espejo a ver la posibilidad de que fuese ella misma quien pudiese estarse negando su avance; sentía, por primera vez desconfianza, una desconfianza que no reconocía hacia sí misma, pero que proyectaba en su terapeuta, sobre el que nunca, con anterioridad, había mostrado dicho sentimiento.
Todo ello le hizo sentirse “bloqueada”, inmóvil… era como si sus palabras fuesen anclándola más hacía la idea de “no seguir estando allí”.
El psicoanalista, escuchaba mas allá de las palabras que su paciente decía.
Repetía en varias ocasiones una frase que ella parecía no estar dispuesta a escuchar, (no la merecía, no confiaba en ella….): “Lo que ocurre es que nunca has creído que yo te veo, más allá, además de escucharte”…
En ese momento, el psicoanálisis estaba poniendo claramente la CONFIANZA encima de la mesa, estaba trabajando desde el único modo en el que se trabaja en psicoanálisis, desde el Amor, y la confianza no es más que eso.
El psicoanalista preguntó “¿confías en mi?”
La respuesta se demoró unos segundos, detalle aparentemente sin importancia, pero muy significativo. Por ello el psicoanalista recurrió a reforzar la confianza improvisando la siguiente metafórica historia:
“Es difícil confiar sólo en una voz, sobre todo cuando estás rodeado de oscuridad, de miedo, de incertidumbre… se tiende a permanecer quieto, estático, con incapacidad para dar un paso, por mucho que esa voz te hable y te diga, “hazlo, no estás en peligro”.
Imagina un niño pequeño que cree estar en una habitación que nunca ha visto.
La habitación está totalmente a oscuras, no sabe qué se va a encontrar, no sabe si el suelo es firme, no sabe cuantos obstáculos hay, no tiene la seguridad de que si se mueve algo o alguien pueda atraparlo, tan solo es capaz de imaginar peligros que le acechan.
Se acurruca y permanece sentado sin moverse, en la creencia de que así estará seguro, no intenta buscar una salida…
En ese momento, comienza a escuchar una voz que le asegura que al fondo de la habitación va a encontrar dos pequeñas entradas de luz, sólo al fondo, sólo allí podrá ver algo de donde está.
La voz le asegura que puede levantarse e ir a buscar esos pequeños rayos de sol, le pide que confíe que nada le va a pasar.
A pesar de ello, el niño sigue agachado e inmóvil, el miedo aun es mayor que la confianza que esa voz le pueda trasmitir.
Entonces la voz se da cuenta de que necesita una concesión más, algo que le haga sentirse un poco más seguro y le explica:
-bien, esas dos pequeñas entradas de luz del fondo, te diré que, una es una ventana y la otra una puerta. Ahora puedes saber qué podrías esperar de ambas, de ti depende levantarte e ir paso a paso y acudir a una u a otra, en cualquiera de los dos casos, no fallarás, porque habrás elegido la luz y sobre todo porque te habrás levantado, habrás caminado, habrás confiado de nuevo y eso ya habrá conseguido que te transformes de alguna manera.
Si eliges la ventana, la oscuridad dejará de atemorizarte, podrás ir tranquilizándote y confiar poco a poco.
Sí eliges la puerta, tendrás una salida directa, inmediata. de esta habitación que tanto te aterra por puro desconocimiento, recuerda, ninguna de las dos opciones es mala; ambas son valientes, ambas son un refuerzo de la confianza en esa voz, de la confianza recuperada en ti, confía en la vida.”
Tras un momento de silencio, la paciente respondió: “me levantaré e iré a la ventana por el momento”.
Cuál es el antídoto contra el miedo? LA CONFIANZA.
¿Cómo generar confianza? a través del AMOR en todo aquello que hacemos porque en todo lo que hacemos se imprime nuestra huella.
“Cuando conectamos con el amor dejamos de temer”